Y entonces tu cuerpo frena… y te exige bailar al ritmo real al que se baila la vida.
Ese ritmo pausado, con los sentidos abiertos, con la mirada al frente,
escuchando con tiempo.
Ese ritmo que siente de verdad el dolor…que te hace estar conectada a tu cuerpo…que te permite absorver el aroma que, tan cerca de ti, desprende su aliento.
Y esta nueva tú se siente incapaz de seguir el compás, el ritmo loco del resto. Se ha cansado de bailar al son de ese concierto.
Tu cuerpo tampoco sabe ya bailarlo, ya no tiene la guía. Ni siquiera te deja regresar a esa vida. Te dice que bailes tranquila. Que vivas el momento. Que vivas LA VIDA.
Que escuches su respiración tranquila.
Que busques miradas eternas… caricias sentidas. Que fluyas en el día a día… Que aprendas a reconocerte en este cuerpo nuevo que ahora navega despacio, con calma, con vida.
Y te preguntas: “en serio, ¿cómo es posible que eso a lo que me obligan volver sea la vida y esto, segun ellos, una pausa, un descanso, una frenada repentina?”
Con el paso del tiempo, quizá algún día, vuelvas a sentir como el mundo exterior se abre de nuevo y te invita a bailar su ritmo frenético. Ese ritmo de locos, que no tienen ni vida, ni tiempo.
Pero mientras ese día llega, vosotros seguiréis danzando a vuestro ritmo lento.
El que os va marcando
la música del viento🍃.
(LOS RITMOS DEL POSPARTO)