Te siento en el desayuno de la mañana.
En el olor a café recién hecho y en la primera sonrisa de tu hermana.
Te veo en la luz del atardecer que me ciega mientras vuelvo a casa.
En el aire que respiro, en la brisa que me acaricia la cara.
Te recuerdo en este septiembre en el que los días comienzan a oler a frio otoñal y a madera quemada.
En las horas en las que estoy despierta y cuando el sueño me invade invitándome a volver a la cama.
A soñar contigo…
Acariciándome la tripa llena de vida hace nada.
Vacía de ti…
Y de mí…
Recordando lo alegre que estaba…
Y ahora…
Ahora me acompaña esta tristeza de ti que no acaba.