El olor del posparto

Ojalá existieran cajas mágicas donde poder atesorar los olores. Esos que inmediatamente nos transportan a una época que ya no está.

Y poder guardar en ellas el olor a vida. A sangre que nos vacía por dentro informándonos de que el embarazo ya finalizó. Que ahora ya es otra cosa. Que en el primer nido de vida ya no está quien lo habitó. .

El del olor a leche. A cabecita de bebé. Al aroma escondido entre sus plieguecitos y que usmeando con la nariz entre ellos logras encontrar.

El del jabón en esa ropita de juguete. De los veranos de la infancia donde una abuela desnuda lavaba nuestra ropa mientras ese espacio secreto de la reguera que ya no es nuestro, se llenaba de gritos de juego y alegría.

El de la boca de bebé. Cerca de la que tantas y tantas veces descansaste estos años al son de hipidos y respiros rápidos.

El de aceites de manzanilla y rosas. Que te recuerdan a otra tú, en un verano de otra epoca que ya pasó.

Cuantas veces le digo a mis hijos que ojalá tuviera una máquina del tiempo con la que revivir sus nacimientos y esos pospartos que tan rápido, con el paso de los días, poco a poco, se van dejando atrás.