En el verano de 2018 saltó a la prensa la historia sorprendente de una orca que cargó durante 17 días y 1600 km de costa en el pacifico noroeste de EEUU, el cuerpo de su cría muerta sobre su cabeza.
Tras un ritual de 2 horas en las que el clan de orcas permaneció en círculo alrededor de la madre y su cría muerta, salieron a nadar.
La orca luchó para empujarla a través de una corriente de 4 nudos, haciendo profundas inmersiones para recuperarla cada vez que se le caía de la cabeza y se hundía.
Al parecer se trata de una expresión de dolor que los biólogos han documentado en ballenas y delfines en todo el mundo
A los investigadores les preocupaba que este «recorrido de duelo» pudiera poner en grave peligro su salud.
Pero Tahlequah no estuvo sola esos días. Durante todo el trayecto fue acompañada del resto de miembros de su clan quienes cuando ella agotada no podía más, le ayudaban a cargar el cuerpo inerte de su cría.
En los humanos, a nivel social el duelo perinatal no tiene lugar. Apenas hay “lo sientos” , rituales de despedida ni acompañamientos silenciosos. Ya no nos permitimos vivir el duelo de forma colectiva.
Vivirlo acompañadas y acogidas es vivirlo cuidadas. Sabiendo que respetan nuestros ritmos y necesidades . Que no nos van a a presionar a hablar. Que no van a juzgar ni cuestionar nuestras emociones y comportamientos. Que van a respetar nuestros silencios y nuestro deseo de soledad.
Y que aun así, cuando necesitemos sostén del tipo que sea, tendremos la certeza de que va a haber gente dispuesta a escuchar, abrazar, acariciar, llorar, cocinar, limpiar, cuidar, acompañar y respetar.
A hablar menos y hacer más.