Cuando la experiencia no es como esperábamos, nos invade la sorpresa. De no creerlo posible. De la esperanza porque algo cambie de repente.
Cuando la experiencia no es como nos imaginábamos, podemos llegar a hacer promesas en nuestra mente en forma de peticiones a algo superior a nosotras. Para que nos saque de lo que nos va a tocar vivir.
Cuando la experiencia no es como deseábamos, nos invade la tristeza. Del no querer. De la sensación de pérdida.
Cuando la experiencia no es cómo nos gustaría, nos invade la culpa. Esa culpa que nos hace creer que, si hubiésemos hecho o no hecho esto o lo otro, lo que esta a punto de acontecer sería totalmente diferente.
Cuando la experiencia no es como tu deseabas, imaginabas, querías, soñabas o anhelabas, el azar y la mala suerte juegan un papel principal.
Así que, cuando estés preparada, puedes destronarte del podio como ganadora de esa culpa, y comenzar a verte como la fortaleza que eres por haber tenido que pasar por una cirugía mayor pariendo por cesárea, para conocer a tu bebé.