No me gusta que me digan que lo que me sucedió “no es nada”, que “mejor ahora que más tarde”, “que fuera positiva”, que “ánimo”, que “pues fíjate a mi lo que me pasó… “.
Pero tampoco me gusta que me digan que tuve un “embarazo estrella” o un “bebé estrella” o que “perdí/murió un hijo” . Porque no fue así. Yo no lo sentí así.
Cada madre ha de poner el nombre que desee a lo que vivió. Y esto depende de valores,
experiencias, realidades, creencias y el momento vital en el que está.
Todas hemos visto historias maravillosas de crecimiento. Las identificamos y las reconocemos. Y son tan válidas como cualquier otro recorrido personal que no termine en esa “transformación” que a todos nos emociona. O al menos que no sucede cuando los espectadores esperamos.
Conozco historias de madres que han conseguido hablar de su hijo muerto a los casi 40 años de que esto sucediera. Y sentirse entonces libres, orgullosas, conectadas con la vida.
Y conozco historias de Duelo secreto, solitario y silencioso.
Todas son merecedoras de respeto, mimo y admiracion.
El acompañamiento o la terapia grupal es una herramienta muy poderosa para conseguir por un lado un mayor aceptación de lo que te ha pasado y por otro, de bienestar más inmediato.
Escuchar historias como la tuya, conocer cómo lo han hecho otros, saber qué hay personas pasando por lo mismo que tu, te da una energía vital y una calma muy transformadoras